Viendo la película de Victor Erice «El sol del mebrillo» he reparado en la belleza de la luz con la que las distintas escenas están grabadas. Erice ofrece una imagen muy bella de las distintas estancias de la casa del pintor a la luz de la luna, del sol, de una fuerte tormenta, de un día nublado, otro soleado…además se recrea en la luz arrojada sobre el membrillero, llena de matices de intensidad y color…esta luz es comentada por el pintor Antonio López con frecuencia. También entra Erice en la luz artificial de la noche madrileña.
Se trata de una película extraordinaria, además de la luz, sus múltiples encuadres ofrecen un repertorio fotográfico pictórico y maravilloso. Nos narra la belleza de la vida cotidiana, previsible y tranquila del pintor y su familia, y la intensidad que en ella se puede lograr de manera sobria a través de una gran sensibilidad artística. Uno se pregunta cómo se puede tener tanto con tan poco, en el caso de la vida del pintor. Marca toda una filosofía de vida, en la que una persona puede sentirse plena observando la luz del sol sobre la copa del membrillero, o pasar horas centrado en la observación de los mil matices de sus hojas, su color, su luz…
Poco acorde con los tiempos que corren. Un auténtico ejercicio de rebelión y resistencia. Uno está tentado a pensar que Antonio López va por un lado y el mundo por otro, y percibe la forma que tiene el pintor de marcar un camino sin pretenderlo en absoluto.
Es un milagro o una conciliación de los astros que se hayan juntado Erice y López para dar lugar a esta obra.